Un equipo de PlayStation.

  

-Ya, ya… Deja la trampa ¡No lo pongas en fácil!- Le decía Paco a Pedro, mientras el segundo se lucia sin apuro en aquel juego de fútbol para video consolas. -¡Así gana cualquiera!- Insistía Paco y su compinche a oído sordo solo quería disfrutar la sensación del momento. Toque-toque; era como si el sudor de sus manos fuese proporcional al baile que le estaba pegando al equipo contrario, porque ni la mirada dudosa de Paco ni el máximo nivel del juego, le eran traba para salir aireado junto a la idea que venia trabajando. –Ya, ya… Deja la trampa ¡No lo pongas en fácil- Seguro le diría Mou a Pep, cuando en un café nunca tomado, en un lugar al que nunca fueron, le rogaba clemencia antes del partido. Pedro sabía que el juego estaba en la máxima dificultad, ¿Para que regodear con Paco? Él, humilde, placía de su talento para el juego.                

Es complejo el asunto de escribir sobre el 1-2, dado que miles de analistas se dan la misma tarea, habiendo varios admirados por mi persona, que dedican sus jornadas a estudiar hasta el color de bóxer que lleva Piqué los días después de ver a Shakira.

                

El Real inició con la intención de presionar la salida, intención que se diluyó en un “amontonar gente a tras”. Cristiano metió un gol, y las contras, con Benzema rompiendo líneas, eran geniales; hasta que Xavi se acordó que ya no estaban frente al Espanyol y con todo respeto, el nivel estaba al máximo; tomó la pelota, le dijo a Messi que se acercara y juntos se mandaron al oído el acuerdo nunca acordado de hacer a alguien, cuya calva ya no me recuerda a Zidane, solo a Iniesta, el jugador del partido. Es que el “8” es grande por su propio peso, cuando nada entiendo el motivo de un falso debate para afirmar que el rey de las estadísticas, Cr7, es el segundo mejor del mundo.

                

Lo demás es novela y baile, pero claro, como cuando la belleza de una mujer se mueve con soltura ante la música y su pareja, tosca e incapaz de llevarle el ritmo, solo se limita a pisarla, el Madrid se dedicó a pretender hacer novela de un partido, alzando en Pepe el ejemplo perfecto de todo lo que se debe evitar dentro de un terreno de juego, a la vez que su presencia limita al color de la camiseta que representa.

                

El Real Madrid, este Madrid, es uno de los mejores equipos del mundo; lástima, dirá Mou, que le tocó dirigir en el momento que se está escribiendo la leyenda culé, y si lo ha de saber Puyol, cuya gloria es un epicentro de esta historia, el único punto sublime en común del inicio de Rijkaard al presente de Pep.

                

-¡Qué no lo pongas en fácil!- Y Pedro sabía que no era fácil y que podía perder cualquier partido, como una Copa del Rey o una semis de Champions frente al Inter, porque las excepciones existen, pero son eso, excepciones; Pedro en el lugar más recóndito de sí, gozaba ser protagonista de su propia leyenda y poco le importaba si Paco o el mundo pensaba igual, porque él era feliz y estaba convencido, de que su mayor enemigo, mientras viviese, solo podía ser él mismo.

Lisbm. Lizandro Samuel.

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