sábado, 14 de abril de 2012

El cerebro del fútbol.

Se lo describía a un pequeño infantil C (11-12 años) como ejemplo de lo que quería que hiciese dentro del campo: “Es lento, poco fuerte, le falta masa muscular, de casi nulo esprín, sin ser un magno marcador o luciente de una pegada que haga levantar del asiento a espectadores. Su cabeceo tampoco es brutal y su regate, bueno, queda a años luz de los Messi, Cr7, Iniesta, Ronaldinho, Robinho, Neymar, etc., etc., etc.”

                
Sus ojos infantiles, a punto de entrar en la pubertad, parecían dos huevos fritos llenos de asombro y por su mente parecía pasar la expresión: “Así de malo puedo ser yo”. Oídos al aire y en soberano trance encumbró un perfecto silencio, esperando alguna explicación de mi parte….
                
“Sí, así es él, pero cuando el pito del arbitro suena, arranca a unos 300km/h su moto cerebral, que seguro cuenta con más de 1.000.000 de caballos de fuerza, dado que nunca había visto reaccionar a un jugador tan rápido” Ni cuando, todavía, disfruto de Verón con la roji-blanca del Pincha. Desde aquella “Brujita” juro que de mis pupilas se ausentaba un jugador que tocase tan bien de primera y por si fuera poco, este, cubre los espacios con sobrada sapiencia.
                
Alguna vez Juna Román Riquelme dijo: “Para mí, es el que menos corre en el campo, porque es muy inteligente” y lo decía sobre el Mascherano de antaño, el volanta de contención; un genio hablando sobre una proeza de inteligencia, y sin el permiso de Román, me plagio su cita para aludir a otro gran cerebro del fútbol:
                
Contra el Zaragoza fue el revulsivo, es el amigo de todos (Dentro del campo), el que mantiene la armonía posicional, con pausas y cambios de ritmo en el juego, pero nunca en su lento y quizás, por naturaleza, torpe cuerpo; allí está su proeza. Es que sigo imaginándomelo entre sus 10 y 14 años estudiando, quizás sin quererlo o saberlo, todos los secretos del fútbol, para guardarlos en su disco duro y cubrir todas sus deficiencias genéticas, mismas que ahora le ahondan en virtudes, pues le heredaron un cerebro que lo convierte en el más rápido, no del Oeste, sí del fútbol moderno, donde más vale el procesador de la maquina que las rudas que cargue para trasladarse. Sergio Busquets, el alumno adelantado de la clase, el ejemplo de futbolista, el chico que sabe cuando correr hacia adelante y cuando hacia atrás, ese que ve el campo como un rondo gigante en el cual se debe “tocar mucho la pelota y tenerla poco”. Y ahora el niño, infantil C, solo ve en YouTube videos del más lento y del menos fuerte.
Seguir leyendo: El lugar de la maleta.



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