viernes, 30 de marzo de 2012

El fútbol de Shakespeare.


Una historia de besos vedados por la nube dudosa de estupidez que llenaba a ambas familias, mismas que vertieron su ira en la lluvia de llanto de dos jóvenes que optaron por vivir eternamente en la muerte antes de sentir la lejanía de sus caricias en vida, y solo aquellos que hemos comido una miga de la historia podemos disfrutar parcialmente de un drama traído al fútbol en pleno siglo XXI, porque los dioses de la redonda se sientan a tomar el vino del placer al deleitar estos años llenos de duelos épicos entre el Madrid y el Barcelona, cuyo pique realza un amor para el fútbol que llena de odio a millones de personas…

                
Ya la tinta repetida de mis paginas han contado mi creencia humilde de que este Barcelona, el de Pep, es el mejor equipo de todos los tiempos y seguro que en algún momento he expuesto la grandeza actual del Madrid, un plato de comida tan completo que nos ofrece los caminos eternos de placer a la pugna de dos escuelas.
                
Por un lado el lamento de un equipazo que se esconde en el temor al fracaso con reciente recurrencia en los últimos duelos directos, tras un poso de lagrimas blancas brotadas de los ojos de Mou, eterno gemido del porqué le tocó dirigir a tan grande plantilla, quizás la mejor del planeta, en una época donde una serie de extraterrestres dominan al mundo; y es que la vertiginosidad Merengue los ha alzado en un equipo histórico gracias a mantener las transiciones más rápidas de ataque-defensa o defensa-ataque, una proeza a veces poco reconocida.
                
Del otro lado, las larvas alienígenas sembradas en Barça hace años por un tal Johan Cruyff, dieron el fruto de dominio mundial para el placer de los ojos en un orgasmo en colirio universal: el juego de posición en su máximo esplendor tatúa una bandera con la cara de un enano que asoma quedar como el mejor de la historia; y entonces entra otro debate, con helado de vainilla la dulzura del croar de las redes por el crack total de nuestra era, genio de marketing y figura de revista, que lo pone además como un buen jugador. En ese plan el producto Cr7 compite día a día con martillo en mano, rompiendo records y sintiendo de reojo la amenaza de la fantasía culé.
                
Mou y Pep, son las caras de dos modelos disimiles, con caminos (Formas de entrenar) parecidos, y la diferencia del portugués esta en su deseo de recoger medallas en todo el mundo, ampliando su palmares, por el contrario de un bienhechor, siempre innovando y enriqueciendo, dejando legado y escuela, junto, también, a muchos triunfos metálicos.
                
En todo este choque, el fútbol en estado de gracia hace el amor con sus raíces, con su magia, consigo mismo, y mientras ambos, uno con resultado el otro con funcionamiento, parecen ir trazando su camino a besarse en la final de Champions, queda como una lástima que de vez en cuando el Grinch del fútbol haga que se hable tan poquito del juego, robándonos regalos que suplanta con el carbón de las estadísticas, de frases a los árbitros y tantas otras blasfemias que es bien sabido, son solo la mierda defecada por el placer del verdadero fútbol; ese que con tanto circo ha ido dejando en el olvido esas leyes prehistóricas de priorizar la forma física por encima de la forma colectiva, idea que agranda la mente de ambos D.t’s protagonistas de esta nota; y en toda esta historia de amor de dos equipos, que llena de odio a los hinchas de ambos, vemos de fondo, el grito de dos estacas firmes en ambos ideales, la caricia de las dos perlas de ambas plantillas, mismas que dictan los tiempos actuales y la manera evolucionada de entender el juego, en este amor prohibido nacen los mellizos que solo cambian una letra a su nombre para poder distinguirse: Xavi y Xabi, y eyacula el fútbol al engendrar a sus nuevos hijos, guardianes de los paradigmas modernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario