Se
derriban todos los deseos pasados de ver una final merengue-culé, a su vez que
los que jugaron al oráculo acabaron supeditados por el fútbol, lleno de su
propia lógica, y sobre todo por el Chelsea y el Bayern, creyentes de sí mismos
y de sus recursos, en una esfera que tras el resultado, ahora, como de costumbre,
llena de exitismo a nuevas ficticias doctrinas. Cambiar el discurso tras el
diario del lunes es muy fácil.
La
primera duda sembrada al aire: ¿Seguirá o no Guardiola?, lleva al matiz
extremo-catastrófico de la sentencia: ¡Se acabó el ciclo Pep!, pasando por
tontos debates sobre lo que es y no es fútbol en alusión al Chelsea.
Lo
primero solo lo ha de saber Pep, en conjunto con la directiva. El catalán es
muy inteligente, y ha de entender que de seguir, debe girar la tuerca de evolución, y de irse, habrá vida después de su mando.
Ahora
bien, es muy sencillo castigar al Barça
desde el lugar común de la falta de variantes o generar una nueva ideología
para con el juego con Di Mateo como padre fundador. Ambas cosas lejos de la
realidad.
El
contexto fue de mucha ayuda para los Blues, el juego de posición, sin tanto
barroquismo dentro del área, fue una partitura armónica, hasta la llegada de un
golazo ajeno a la historia del momento; “Dinámica de lo impensado” y a
gestionar el marcador. Porque ningún estilo se hizo presente, el Chlesea jamás
juega así, ni volverá hacerlo salvo excepción. Tenían 10 y el global a favor,
pura gestión en formación 1-9-0-0 dentro del área grande. Luego los locales
trataron, sin caminos en la avenida principal de una gran ciudad; todo era
tráfico, casi imposible, para cualquiera de los dos ganar.
Así,
en la distancia de la soledad impensada, jamás escogió mejor momento para salir
a flote la ansiedad, bajo la cual una virtud se volvió defecto, ya que tal como
una vez dijo Juanma Lillo: “El Barça no juega con dos
atrás, ni con uno. Simplemente juega sin atrás porque no hay rival que le
ataque”. Entonces, Torres se encontró con una autopista libre al reencuentro
de su medio de vida, para que el precepto de Di Mateo: Gestionar (En ningún
momento jugar), llegara a su clímax.
Sí,
el Barcelona sigue siendo, hoy, el equipo con más recursos, pero Pep lo
vaticino en aquel diciembre tras los “6 títulos”: “El futuro es negro”, porque
aquello es difícil de repetir, a sabiendas de que de allí en adelante se
convertían en antílopes vigilados por leones en espera de su tropiezo para
lanzarse sobre sus patas con profecías de tragedia.
Las
caras son opuestas, Barcelona se replantea varias cosas, Madrid va en alza,
mejora en relación a su temporada anterior; su regularidad en Liga lo
demuestra. Chelsea y Bayern, de altibajos en el curso, hoy se encuentran a la
espera de una cita en la que llegan como la pareja justa y estelar; magna
final, mientras tanto, en el mundo entero, los discursos, los medios, los
diarios, los eruditos e hinchas, moldean su discurso girando en 360° su visión
del fútbol, cuando la caricia de su voz, olvida que este Baça sigue siendo el mejor de la historia y Messi
el mejor del mundo; provocando el apriete de las vendas en los ojos, esas que
olvidan que por muy bien que hagas las cosas, en la vida, lo único seguro es la
muerte y que la vida, igualmente, es una justa negociante, suele darte el valor
exacto de lo que das, por eso, toda gloria es merecida y toda competencia deja
un solo ganador, aún ante el buen trabajo de varios.
Para leer: Cuando el fútbol deja de ser fútbol
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