lunes, 14 de mayo de 2012

El dramaturgo de Manchester.

Sonrío al anunciar que la máquina del tiempo funciona. Es el año 2040, paseo por la calles y disfruto, cual turista, de todos los avances. El contexto social poco cabe en mi ensueño, todo es digno de dilatar las pupilas. Entro a una librería y me alivio de que aún se respete el papel. Un anuncio, en algún lado, menciona un drama próximo a ponerse en escena y da la casualidad (Si es que existen tales cosas) que el libro que sostengo entre mis dedos, es el alusivo a la publicidad. Se agrandan mis ojos al leer el autor de la obra… La historia hace honor a un momento épico ocurrido en la ciudad de Manchester (Inglaterra) el 13/5/2012, y sobre el titulo se enmarca el nombre de…

                
Inicio dudoso, al Mancheter City le temblaban los pies, mientras su vecino, el United, hacía los deberes mediante la divina gracia del niño malo de la prensa, Wayne Rooney. Mucho fango en las botas de los de Roberto Mancini, olvidan sus raíces, olvidan su estilo, el gol los llama, los ansia, caen en el apuro, sin recordar que antes de causarle el orgasmo a la mujer, primero hay que saber tocarla, besarla, acariciarla… Centros inútiles para dos enanos que se movían en tierra de gigantes, Carlos Tévez y Sergio “Kun” Agüero, el segundo, lleno de gestos de frustración. Los locales sufrían de impotencia sexual.
                
Un punto de quiebre: casi en muletas, Yaya Touré (Quizás el mejor del torneo), da la asistencia al reciclado Zabaleta, mientras los hilos del destino le doblaban la mano al arquero rival para el 1-0 y retorno al origen.

Toque y paciencia, el City recuerda como jugar, Silva se muestra por todos lados, Nasri, sigue escondido en su parcela derecha. Mancini, tranquilo, sin inmutarse, ve como por momentos su equipo sólo defiende, como saben hacerlo: dándole un tour al balón en su propio campo.

Descanso y alegría; suena el gong del segundo tiempo y ni el mejor pronosticador vio llegar al Caballo de Troya con disfraz, era Aquileo (La Ilíada) andando hacia una muralla que se mostraba lejana; corea el nombre de Héctor mutado en Joe Hart y lo hiere atreves del 1-1 con firma en la ficha para Djibril Cisse

Se enfría la mente local, Samir Nasri por fin decide jugar, el partido lo pide, ya sin Yaya en el campo y con dos mediocentros y centrales nada tenaces con el balón, Samir, echa una mano a Silva, penetran por todos lados, el gol se hace esquivo y las muecas del Apache (Tévez) y el Kun, así lo demuestran. Un grito de fe: el suplicio de su idiotez, lleva a Joey Barton a una doble agresión para dejar a los suyos con 10 y mostrar al mundo su profunda rabia reprimida; a pesar de esto, se escribe un punto álgido en la historia visitante: nadie sabe cómo ni por qué, el drama pudo acabar en tragedia cuando de las fosas del océano, todo áspero de arena, un monstro que dormía entero en su propio campo decide poner el 1-2; Queen Park Ranger se salvaba del descenso, Manchester United salía campeón y los Ferdinand, sonreían.

Nadie se lo creía, los hilos del destino parecían patearlos para decirle a toda una afición que no estaban listos. Hasta aquí llegó la calma del D.t italiano: sus pupilos voltean y divisan al timonel del barco ansioso, desesperado, dando órdenes, incluso llama a su hijo rebelde, Mario Balotelli, y le ordena el camino de la redención.

Lo demás es material para estudio: el “incomprensible Mancini”, como alguna vez lo definió el analista argentino Diego Latorre, deja en el campo a 4 defensas, para bloquear a ningún ataque rival. El drama está por cerrar: minuto92 (Habían sumado 5) Edin Dzeko los iguala en el marcador, para que luego, una brisa de argentina hacia el mundo, les diera la victoria. En el estadio del Sunderland, Alex Ferguson busca validez a lo que ha oído “¿Sera verdad o mentira?”, las cámaras muestran a un Rooney liado, nadie lo cree, alguien da el positivo: Manchester City 3-2 QPR (Salvados del descenso)

La ocarina del de negro se hizo sonar y como para honrar la procedencia continental de aquel que sobre el final inclinó la balanza, medio estadio se derrumba al terreno de juego, gol Sudamericano para celebrar como en Sudamérica, aunque en aquel lado del charco, muy poco tiempo llevó sacar a toda la gente para que la frialdad del trofeo durmiera sobre las manos de un Vincent Kompany andante sobre el mar de lagrimas de la afición, sí, de esos que daban muecas de rabia y sufrimiento a lo largo del cotejo, dejando claro, que no son un público habitual a la definición de copas.

Justo en ese instante final, en Valencia, un niño madrileño, con la casaca del Real Madrid y el nombre de “Ronaldo” en su espalda, se para frente a un niño catalán, portador de una franela blaugrana con el nombre de Messi; ambos se disputan, casi por impulso natural, una casaca azul que honra a un tal David Silva, cuando en otro lado del mundo, un pequeño infante, ignorante de su futuro, decide, casi sin saberlo, hacerse escritor, un tal Benjamín Agüero Maradona, que para ese instante sólo entiende que algo importante tiene que celebrar junto a los aplausos de su madre.



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